La microbiota: el órgano del que aún no se habla demasiado

La microbiota: el órgano del que aún no se habla demasiado

La microbiota: el órgano del que aún no se habla demasiado

Resumen

Estar actualizados para poder ofrecer una enseñanza de calidad al alumnado es uno de nuestros deberes como docentes. De forma general, la microbiota pasa por las aulas como un ente al que hay que nombrar, sin embargo, en los últimos años se ha estado hablando mucho de la estrecha relación entre disbiosis y numerosas enfermedades. Por ello, resulta necesario por parte de nuestra comunidad reconocer y actualizar la importancia que están adquiriendo estos microorganismos, así como enseñar cómo podemos cuidarlos y conservarlos. Como si fueran un órgano más.

Microbiota Humana. Fuente: Flickr Human Microbiome Project (HMP)

Introducción

La microbiota se conoce como el conjunto de microorganismos que viven dentro/en los cuerpos humanos (o de animales). Comúnmente se asocia directamente a bacterias, pero esta fauna interna, además de una diversísima cantidad de bacterias, también se haya representada por virus, hongos y protozoos (y lo que aún no sabemos). Por ejemplo, un ácaro que convive con nosotros es Demodex folliculorom (si quieres saber más aquí te dejo una entrada al blog).

La problemática con respecto a este tema es el desconocimiento generalizado o el desinterés que suscita en la comunidad científica y médica. Esto se traslada a las aulas y provoca que seamos los propios docentes los que no profundicemos mucho en el aula. El libro de la Dr. Sari Arponen “Es la microbiota, idiota!” sirve de buena introducción para todos aquellos que queremos empezar a profundizar en el mundo nuestros microorganismos simbióticos con nuestro alumnado.

Introducir la microbiota en el aula

De la microbiota no sabemos nada, pero es obvio que algo hay” se recoge en el libro, y tanto que hay. Para empezar, la microbiota no se reduce solo a la bien conocida “flora intestinal” sino que la encontramos en todas partes: boca, estómago, intestinos, piel… en todos los órganos vaya. Y en cada uno de estos lugares es específica y súper diversa. Por ejemplo, en la boca hay más de 1.900 especies (si te interesa se pueden consultar en Expanded Human Oral Microbiome Database eHOMD). Sin embargo, hay muchas especies que aún no se han identificado por lo que saber exactamente la composición de la microbiota de cada ambiente del cuerpo humano aún sigue sin ser 100% específica.

De hecho, la microbiota se ve afectada y alterada por muchos factores. A esto se le llama disbiosis y se relaciona estrechamente con procesos patológicos. Uno de los factores más importantes y poco modificable, es el ambiente en el que vivimos. Hay muchos estudios que comparan la microbiota de personas de diferentes países (cuyos ancestros también nacieron y vivieron en los mismos ambientes que ellos) y se ve que es diferente y que algunas composiciones son más beneficiosas que otras. Con esto te imaginarás que otro de los factores que influye en la composición de esta microbiota, aunque en menor medida, es la genética.

Efectivamente, la salud de la microbiota de nuestros padres también influye y es que, aunque actualmente aún hay un poco de controversia, estudios de 2009 ya afirmaban encontrar lactobacilos y bifidobacterias en la placenta, por lo que el niño comenzaría a adquirir su microbiota dentro del vientre materno. De hecho, algunos factores como el tipo de parto (por cesárea o vaginal), la lactancia (si es materna, mixta o de fórmula), la administración de fármacos durante el parto y la retirada del vérnix caseoso al nacer afecta de forma significativa a la microbiota del recién nacido.

Tanto es esto que se relacionan los crecientes casos de alergias, asma e intolerancias en niños a la disbiosis que pueden sufrir los recién nacidos que no tienen lactancia materna, que nacen por cesárea (conjunta administración de antibióticos) y que al nacer se le retira inmediatamente el vérnix con el primer baño. Algunas de estas prácticas, como la relacionada con el vérnix, está aceptada por la comunidad médica sin tener en cuenta los beneficios de mantener este capa grasa más tiempo en el recién nacido. Sin embargo, cepas como Lactobacillus rhamnosus HN001 (actualmente Lacticaseibacillus rhamnosus) tomadas durante la gestación protegen al niño de alergias hasta los 11 años y a la madre de la depresión posparto o la diabetes gestacional.

¿Qué una suplementación con una cepa puede prevenir de la depresión posparto? ¿Qué tendrán que ver las bacterias que viven con nosotros con una depresión? Pues cada vez se habla más del eje intestino-cerebro y si me apuras, del eje intestino-cerebro-piel. Y es que también hay evidencia científica de que la microbiota no sólo fermenta alimentos, protege de otros microorganismos patógenos, sintetiza vitamina K o B o facilita las digestiones, sino que también se le pueden atribuir funciones endocrinas. Se ha visto que las señales endocrinas que genera nuestra microbiota, gracias a los nuevos descubiertos “neuropods”, llegan directamente al sistema nervioso (y viceversa).

Por lo que cerebro y la microbiota están íntimamente relacionados y conectados hasta el punto que se sabe que personas con enfermedad de Alzheimer muestran una disbiosis determinada (una reducción de Coprococcus o la abundante presencia de Desulfovibrio) o en el Parkinson (abundancia de Akkermansia muciniphila) abriendo una nueva puerta de entrada a tratamientos o diagnósticos precoces de estas enfermedades. No es difícil imaginar que el estrés mantenido es el origen también de disbiosis y, por lo tanto, de enfermedades derivadas de estas.

Si estos factores causan una disbiosis que provoca esa susceptibilidad a ciertas enfermedades, el poder de la alimentación sobre la microbiota puede ser inigualable. Los hábitos alimenticios son los que más influyen, pudiendo modificar la microbiota del intestino delgado de la noche a la mañana. De hecho, hábitos perjudiciales persistentes en el tiempo pueden provocar cambios en la microbiota que perduren para siempre. Y es que, una mala alimentación (rica en ultraprocesados, azúcares, trigo, alcohol, aditivos, conservantes…) pueden determinar de forma diferencial la salud del ser humano, sobre todo ahora que sabemos la gran relación entre microbiota y una gran cantidad de enfermedades, entre ellas, cáncer. Por ejemplo, el polisorbato 80, un aditivo usado en procesados y ultraprocesados promueve el crecimiento de bacterias que participan en promover el cáncer de colon (la presencia de ciertas especies o cepas en la microbiota intestinal se relacionan con un cáncer de colon más agresivo).

No solo es importante lo que comemos, sino cómo, cuándo y la frecuencia. La higiene nutricional resulta importante para cuidar la microbiota. Se suele recomendar comer sin distracciones, masticando muy bien y, como recomendación para respetar también la higiene del sueño, sobre las 8 de la noche. No se recomiendan una elevada frecuencia de comidas, sino más bien todo lo contrario, comer 3 veces al día o incluso la práctica de ayuno intermitente para favorecer los movimientos del complejo mayor migratorio MMC. Otros factores como vivir fuera de los núcleos de ciudades, sin contaminantes, hacer deporte, la higiene bucal, suficiente exposición solar (regulada) y una buena higiene del sueño son hábitos que podemos transmitir a nuestro alumnado para que cuiden a su microbiota y, en definitiva, prevenir enfermedades crónicas.

Como se puede comprobar, aunque no sabemos nada, ya es más que suficiente para empezar a introducir pinceladas interesantes en las aulas de la microbiota o de cómo cuidarla: buscar en alimentos que suelen consumir el polisorbato 80, la carboximetilcelulosa o las diferentes formas de presentar el azúcar en los alimentos; hacerles construir un menú semanal respetuoso con su microbiota; que sepan qué probióticos son los correctos para suplementar ante diferentes problemas; que investiguen las pautas de una verdadera buena higiene bucal; o que indaguen sobre la disbiosis y las enfermedades asociadas para que comprendan la estrecha relación que existe entre estos sucesos pueden ser algunas aproximaciones que les pueden resultar interesantes y de aplicación diaria.

La cantidad ingente de microorganismos con los que convivimos, la complejidad de sus interrelaciones (no sólo entre ellos sino con el funcionamiento general del organismo) así como la complejidad de su estudio (o el coste de este) hace que sea una rama de la ciencia a la que le queda mucho camino por delante. A pesar de todo esto, no hace falta conocer el detalle para entender, reconocer y transmitir su importancia en el aula. Y si quieres, con los amigos también.

Como podéis ver, en esta entrada se recogen tan sólo pinceladas. El libro de la doctora Sari Arponen puede ser un buen comienzo para introducirte en este mundo, empezar a preocuparte más por tu microbiota y cuidarla desde el conocimiento (ya que es un campo desconocido para muchos especialistas médicos) y empezar a inculcar estos cuidados en los más jóvenes.

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